jueves, 17 de abril de 2008

Otras lecturas interesantes

[…]He procurado dar lo que llamaré la nota moral, que es la dominante en este libro, en forma tal que impresione al niño, hablando con ella más a su corazón que a su inteligencia; y aun en los capítulos más instructivos que educativos, he aprovechado todas las ocasiones para intercalar, siquiera incidentalmente, una sugestión moral.
[…] En este libro se hallarán, de intentos deslizados a cada paso, consejos o sugestiones relativos, no sólo a moral, sino también a urbanidad, a lo que podríamos llamar pedagogía doméstica y a la higiene, tan lamentablemente descuidada.”

-Prólogo a: Pablo Pizzurno. “El libro del escolar, 2º libro (para niños de ocho a diez años)”. Aquilino Fernández e hijo. Buenos Aires, 1091. P. VII-X.


Seamos aseados. El lavado de la cabeza

[Ilustración: un niño descalzo, en camisa, frente a un tocador, sobre el que hay una palangana, una jarra, una jabonera; en el piso, al costado, un balde, otra jarra y un toallero. Es obviamente el dormitorio de una casa sin agua corriente].

“Primeramente preparo: el agua, el jabón, la
palangana y la toalla.
Luego me jabono bien la cabeza.
Después de varios enjuagues, la seco. Por últi-
mo, me aliso el cabello y me peino.
Debemos lavarnos con frecuencia la cabeza”
-Malvigne de Mesco de Vera, Evangelina. “Días de sol”.Libro para primero superior. Crespillo. Buenos Aires, s/f.

Limpieza de los vestidos

“Por más es mero que se tenga con la ropa,
nunca es posible impedir que se ensucie: de ahí
la necesidad de limpiarla y lavarla.
No basta que estén limpias las piezas exterio-
res; también deben estarlo, y en primer lugar, las
ropas que se llevan interiormente, porque son
las que reciben con el sudor los residuos del cuerpo.
Mientras más caluroso sea el tiempo, más se-
guido deben ser cambiadas y lavadas esas piezas.
El desaseo en el cuerpo como en los vestidos,
es causa originaria de numerosas enfermedades,
que podemos evitar fácilmente con agua y jabón.
Además conviene tener presente que nuestro
aseo no sólo debe comprender el cuerpo y los ves-
tidos, sino las habitaciones, los útiles que usa-
mos y cuanto nos rodea.
-Berrutti, José J. “Alborada” (libro de segundo grado). Ángel de Estrada (onceava edición). Buenos Aires, (s/f). Pág. 52.

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